Pensamientos
El texto de Dona
Haraway me abrió posibilidades de reflexión sobre mi experiencia, me permitió
ver cómo la violencia epistemológica ha impactado de diversas maneras mi
autoestima, desde mi familia hasta la universidad.
A continuación, voy a mostrar 2 relatos que me
evocaron la lectura de la autora:
Reflexiones de juventud
Relato 1
Micro violencia familiar
Mi primo solía
despreciar mi forma de actuar y pensar, con el tiempo mi tía le enseño a «respetarme» de
cierta manera, ahora en vez de golpearme (como cuando éramos niños) me
subestima en todo el aspecto de la palabra. Me hacía escarnio si me equivocaba
o si me gustaba algo. Constantemente me decía y de diversas formas: «no sabe escribir será tonta», «los
que gustan de las películas de terror tienen un coeficiente intelectual menor» ahora pienso ¿que tenía que ver el género
cinematográfico en eso? ¿la ortografía es la manifestación única del intelecto?
Un pequeño gusto reflexivo, de la niñez a la adolescencia
Desde pequeña me ha
fascinado ver películas de terror encuentro en sus tramas miedos arraigados
profundamente desde la cultura y la religión. Voces que convergen en la
“eterna” disputa entre «lo bueno» y «lo
malo». Esta dicotomía me siempre me llevó
a preguntarme ¿las creencias religiosas engendran miedos? ¿Por qué Dios está
relacionado con el bien? Suelo ser muy apresurada buscando respuestas, aun así,
no dejo de pensar en aquello que me aterroriza (¿es el terror cinematográfico
muestra de un malestar?).
En varias ocasiones
me topé con películas que abordaban, casi de manera obsesiva, la dicotomía
entre «lo bueno» y «lo malo», intentaban llevarlo a un plano
espiritual-religioso, que a la vez destacaba relaciones de poder entre las
entidades que lo representan, la entidad divina vs cualquier imaginario del
Demonio (monjas, asesinos, fantasmas, dimensiones desconocidas, animales). A
simple vista, se mostraba la manifestación del poder y un miedo profundo a «lo desconocido» (aquello que escapa a la «razón»), parecía un tétrico juego en de un «no sé qué»
desconcertante, poseía, cambiaba la vida y las concepciones de maneras
complejas. Pensarle y verle me aterrorizo muchas veces, pero no me alejo de las
películas —me obsesiono más—, comencé a
encontrar relaciones entre ellas y mi vida cotidiana.
Algunas
películas adaptadas al paradigma cristiano, fueron las más próximas a mis
reflexiones. Mi madre, alguien
ciertamente muy católica —o dice serlo—, solía decirme «hay que actuar de buena
manera», por mi parte pensaba ¿A qué se refiere? más temprano que tarde entendí
que esa noción era una asociación a «lo bueno». Ciertamente no entendía de manera
clara la relación entre Dios y la moral (era muy joven). Sin embargo, las pocas
luces que tenía en el momento, me permitía asociar las películas y la creencia
religiosa de mi madre a ciertas formas de entender el mundo a través de mandamientos
cristianos (formas de actuar que a la final le generaban un gran sentimiento de
culpa).
Al
mismo intentaba entender la existencia de Dios y relacionarla con mi
experiencia violenta de vida, era frustrante preguntarme ¿Si Dios existe por
qué sufro? ¿Sirve de algo creer en Dios? Mis respuestas usuales me conducían a
repetir en mi cabeza ¡ingenua! ¡ingenua! ¡ingenua!
¿Cómo puedes creer en un Dios? Él no te ha salvado de nada, te promete algo
(salvación) que no vas a ver nunca ¡ingenua!
Ciertamente me encontraba muy deprimida, por un lado, ponían en duda mi
intelecto y por el otro mi búsqueda de respuestas me desconcertaba más.
No comprendía
a fondo las relaciones que hacia (hace) mi primo con los gustos y las formas de
expresarse con la muestra de un «intelecto superior». Sin embargo, me esforzaba
por cambiar, «mejorar» y mostrar que no era una tonta (una buena para nada). Me
centré en mejorar mi comprensión lectora, creí que ello me ayudaría con la
ortografía, sentía constantemente que no mejoraba y que los reproches eran cada
vez más hostiles. Modifique desde mis gustos musicales hasta mi forma de
vestir, quizás más similar a él, pero aun así me repetían constantemente cambiara,
jamás podría ser reconocida de otra forma. Con el tiempo esto se convirtió en
una confrontación que me recuerda permanentemente mi lugar…
Relato 2
Recuerdos de una carrera frustrante
En
los 4 años y medio que llevo estudiando la licenciatura me ha sido muy difícil
adaptarme a ella. Desde el inicio de la carrera me he encontrado con personas
fascinantes, pero así mismo con otras muy violentas.
Mis primeras experiencias en la
licenciatura
Con ilusión
de entrar a la universidad por primera vez llegué a mi primera clase, propedéutica
me encontré allí con un profesor ciertamente fascinante y absorbente en su
manera de hablar, pero complejo y difícil en otros aspectos. Su pasión por el
conocimiento no le quitó su manera soberbia y violenta de referirse a las
estudiantes que no expresábamos o analizábamos de manera «correcta» aquello que
él quería decir. Constantemente me sentí carne de cañón en esta clase ¿cómo sabía
que no me iban a atacar por no expresarme bien? Preferí callar en esta y en
todas las clases.
En
una ocasión y por obligación nos tocó exponer nuestro trabajo final de propedéutica,
mi compañera y yo, ciertamente muy inexpertas en la filosofía, recibimos un regaño
al frente de todos, pues no sabíamos diferenciar la sociología de la filosofía.
Habíamos tomado a Dussel para hacer un trabajo pedagógico sobre la mujer en Latinoamérica,
Creímos ingenuamente que era un buen ejercicio de acercamiento a la materia,
pero no fue así. Para este profesor. No perdimos la materia, pero si me decepcione
bastante de la academia, sin embargo, eso no impidió que siguiera adelante, al
fin y al cabo, era mi sueño estudiar esto.
Ello
marco gran parte de mi experiencia en la carrera, comencé a sentirme asfixiada
a medida que avanzaba, mis compañeros de corte (en su gran mayoría hombres),
solían decirme: «deberías estudiar otra cosa», «mira mi 5», «no sabes escribir»
(otra vez). Al mismo tiempo me sentía acosada por algunos, incluso usada económicamente.
Repito de nuevo, no sé si mi timidez era una justificación para intentar
aprovecharse de mi o si quiera considerar si tengo o no sentimientos al
respecto. Esto me recordaba de nuevo mi lugar y una frase que solían decirme de
pequeña «la letra con sangre entra», en este caso con lágrimas.
En ese momento decidí regirme solamente por lo que me exigían, aprender a hacer buenas reseñas de textos, poco he entendido de hacer bien una ponencia o un comentario. Recuerdo mis clases de filosofía política, creo que no había salido llorando tantas veces de un salón, el profesor era algo rudo y a mí no me agrada que me hagan escarnio público (¿A quién?). Él lo hizo varias veces, yo no podía responder cada vez que preguntaba algo me aterraba decir lo que pensaba al respecto (aún hoy es así). No entendía porque tocaba aprender a las malas, o amenazar para que leyeran, yo he leído con mucho gusto cada texto en la licenciatura, no necesito de adiestramiento. Este sentimiento se lo exprese a mi profesora de pre-seminario ella de manera muy graciosa me respondió «una puede ser un poco más ruda», sin embargo, eso es un problema pedagógico fuerte ¿por qué enseñamos a las malas? ¿por qué no tenemos en cuenta cómo se sienten nuestros estudiantes? Esas preguntas me quedaron rondando la cabeza hasta el día de hoy, en parte fue una de las razones que me llevaron a fascinarme con la ética y la pedagogía aún más, la búsqueda de alteridad, la crueldad, el dolor y todos los procesos y acontecimientos que le acompañan.
Esta es una de las canciones que mas acompaño mi niñez
En primer lugar, quiero que sepas que leí tu primer diario me fasciné por la forma en que escribes: fluida y sincera, de hecho comenté. Por la misma razón volví esta semana a tu blog, quería leerte nuevamente... creo que es algo positivo esta dinámica de la clase, de lo contrario no habría llegado a conocerte en esta manera.
ResponderBorrarTe he visto en clases y te he escuchado participar, mi percepción es que eres una mujer muy dedicada, interesante y organizada. Es fuerte que te atraviesen esas historias, sobre todo porque las terminas creyendo, me quedé pensando en eso que contaste "modifique desde mis gustos musicales hasta mi forma de vestir, quizás más similar a él"... lo pensaba en relación al texto de Haraway y claro, se tiene la concepción de superioridad de los hombres y a veces quisiéramos parecernos. Aunque siempre quede la sensación de que nunca seremos tan "buenas".
Por fortuna llegamos a estos espacios, porque estos nos permiten deconstruir, nos permiten mirar al pasado con otra mirada... espero así sea para tí.
¡Un abrazo!